Se abre el proceso de beatificación de Laura Aguirre y Madre María del Socorro Astorga en las localidades en las que reposan sus restos: Álora y Archidona.
Laura Aguirre Hilla, alumna de Romero de Torres, joven artista con un
futuro prometedor que dedicó su vida a la caridad y al cuidado de las
niñas que se encontraban en extrema pobreza en Álora; y Madre María del
Socorro Astorga Liceras, hija del alarife Francisco Astorga, que entregó
su vida como monja mínima en el convento de Jesús y María de Archidona,
van camino de los altares. Hace unos días, el Obispo de Málaga, Jesús
Catalá, constituyó los tribunales para sus causas de beatificación, que
tienen la labor de entrevistar a los testigos y recopilar experiencias
personales sobre cómo vivieron estas mujeres su fe y practicaron las
virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cardinales
(prudencia, justicia, templanza y fortaleza). Ya pueden ser llamadas
Siervas de Dios.
La parroquia de la Encarnación, en Álora, y la iglesia de las Monjas
Mínimas en Archidona han acogido esta semana sendas eucaristías,
presididas por el director del Departamento de la Causa de los Santos,
el sacerdote Antonio Eloy Madueño, para dar gracias por el testimonio de
estas mujeres que gastaron su vida por el Evangelio.
Señorita Laura
La señorita Laura, como es conocida en Álora, nació en Málaga el 23 de
febrero de 1901. Era una artista del dibujo y la pintura y tocaba muy
bien el piano. Una joven con gran preparación y futuro, que lo abandonó
todo para entregarse a los más necesitados. En 1950, llegó a Álora donde
«como una buena samaritana, vio en las niñas que estaban en una
situación de abandono, de extrema pobreza y de carencias humanas,
culturales y familiares, la imagen palpable del Cristo que sufre»,
afirma el director del Departamento de la Causa de los Santos. Laura
murió en Álora el 31 de diciembre de 1986, en olor de santidad. La Misa
corpore insepulto estuvo presidida por el entonces obispo de Málaga,
Ramón Buxarrais, que comentó en su homilía una frase que escuchó a
muchos vecinos del pueblo: “¡qué cacho de Gloria le habrá correspondido a
la señorita Laura!”. Su tumba se encuentra en la capilla de la
residencia de ancianos “Virgen de Flores”, en Álora.
El postulador de la causa de beatificación de la señorita Laura, Tomás
Salas, afirma estar muy agradecido por la confianza que el párroco, Juan
de Jesús Báez, y el Sr. Obispo, Jesús Catalá, han depositado en él: «es
una gran satisfacción y responsabilidad. Ser postulador de una causa de
beatificación es una experiencia muy interesante. Se trata de ir
descubriendo la imagen de alguien que se va enriqueciendo con los
testimonios que llegan hasta ti. Es como un puzzle, cada dato nuevo va
enriqueciendo esa imagen total que es la de la santidad, la de una
persona entregada totalmente a los demás y al anuncio del Evangelio.
Además, creo que, a las personas que participamos en el proceso nos
termina aportando muchísimo».
Tomás Salas destaca de esta gran mujer «su entrañable amor a las niñas
pobres y huérfanas a quienes consagró toda su existencia, sus
innumerables obras benéficas en Álora y alrededores, su ilimitada
confianza en la Providencia, suscitaron la admiración de muchos
cristianos incluso de no creyentes».
Madre María del Socorro
María Claudia Josefa de Astorga Liceras nació el 30 de octubre de 1769.
Era hija del alarife, Francisco Astorga. Entró en el Convento de las
Mínimas de Archidona con 30 años, en 1799. Allí falleció 15 años
después, en 1814 y allí se encuentran sus restos.
En el Primer Capítulo General Nacional de la Orden de los Mínimos en
España, celebrado en Alcalá de Henares entre los días 21 y 25 de mayo de
1825, en su sesión quinta, se acordó que se procediera a la
correspondiente información jurídica de la madre Sor María del Socorro
Astorga Liceras.
El día 5 de mayo de 1828, fray Antonio Almohalla, provincial de la
orden, autorizó una comisión para que acudieran al convento de las
Mínimas de Archidona y recogieran y cotejaran todos los documentos de
Sor María del Socorro Astorga. El día 13 de mayo del mismo año, les fue
facilitado un cajoncito de madera, donde se guardaban los escritos de la
Sierva de Dios y donde se siguen guardando hoy día. El día 9 junio del
mismo año, se procedía a copiar literalmente todos los escritos de la
Sierva de Dios Sor María del Socorro Astorga, para adjuntarlos en su
proceso de beatificación. Comenzaba así la información jurídica.
El mejor resumen de su vida, afirma Madre María Francisca, superiora
del convento de las Mínimas de Archidona, es el que expusieron en el
Primer Capítulo General Nacional de la Orden de los Mínimos en España,
celebrado en Alcalá de Henares en 1825: «su vida ejemplar, humildad
profunda, vehemencia de amor divino, obediencia ciega, continuado
silencio y admirable sabiduría en sus escritos habían persuadido a
cuantos la conocían de que había muerto en olor de santidad».
Madre María del Socorro entró al convento cuando contaba ya con 30
años, pero desde pequeña quiso ser religiosa. Todo parecía que se
interponía en su vocación: se quedó sin madre con tres años, su
madrastra falleció cuando tenía 14 años, tuvo que cuidar de su padre y
hermanos, padeció diversas enfermedades, «pero el Señor le manifestó a
través de una experiencia profunda que la quería como religiosa y a sus
30 años entró», explica Madre María Francisca.
«Sus escritos son un tesoro para la humanidad», afirma con rotundidad
Madre María Francisca, «en ellos se refleja la misericordia y la bondad
de Dios. Están llenos de vida. Madre María del Socorro siempre decía que
daría ritos para que el mundo conociese y amase al Señor. Son las
ansias apostólicas del alma contemplativa a la que le duelen las
necesidades del mundo entero».
Para el convento de las Mínimas de Archidona, esta causa de
beatificación «es un gozo inmenso y un regalo que nos invita a
profundizar más en nuestra vida. Un estímulo, pues todos estamos
llamados a la santidad». Y están preparadas para recibir a cuantas
personas deseen conocer el lugar donde vivió esta futura santa y donde
permanecen sus restos: «sabemos que no es un regalo para nosotras, sino
que es para toda la Iglesia. Y nos gustaría que el testimonio de nuestra
hermana llegase a todo el mundo porque seguro que se sienten
confortados. Las personas que están sufriendo, se verán reflejados en
sus muchos padecimientos y dolores, y las personas que desean caminar de
cara a Dios cumpliendo su voluntad, podrán ver en ella que fue su
deseo toda la vida. Todos podemos encontrar en ella una fuente
riquísima donde gustar y degustar el amor de Dios», concluye la actual
superiora del convento.